
La metaliteratura le da una enfoque a la narración que la hace mágica, a mi parecer. Hace a la historia protagonista del propio relato. Y obliga al lector a reflexionar sobre ella, haciéndole partícipe.
El Libro de las Bestias es, junto al Tratado de Yandalath, el comienzo de la historia de la Dama Negra. Ya os he hablado de ella varias veces. En esta novela (está quedando larga), la conocemos como Zimma, pero su nombre real es Liepa (como la conocimos en el Tratado de Yandalath).
En la escena que os traigo, ella ha encontrado a Jorja Stribbas, un extraño personaje que le compró a Icalma la copia del Lunariu. Y ella quiere ese libro, pero él no se lo va a dar. La copia del Lunariu es un libro que Icalma llevó a Scara durante la redacción del Tradado de Yandalath, y gracias al cual invocaron a Ivirida, el Demonio Resentido imaginado en la Envidia de Orfgod.
Ella quiere saber más sobre ese libro, y Jorja Stribbas se lo mostrará.
Abrió el libro con mucho cuidado por su última página. Estaba completamente escrita, sin apenas márgenes. No entendía cómo se conservaba ese libro, parecía muy antiguo. El texto contenía ilustraciones de la luna, en diferentes fases, ordenadas para ir creciendo hasta llenarse, para después decrecer hasta desaparecer, y comenzar un nuevo ciclo. Cada luna estaba separada por unas frases, él señaló las que seguían a la antepenúltima luna, que lucía en su cuarto menguante perfecto.
―Este es. Dos días antes de ser invocada.

La asesina hablará sin representar a su pueblo. La envidia y este Lunariu serán nombrados, a pesar de que ninguno esté presente.
Jorja Stribbas leyó despacio, descifrando el texto. Ella no habría podido leerlo, ni siquiera conocía las grafías. Levantó la cabeza y la miró sonriente, triunfal. ―Ahí se hablaba de ti.
Regresó al libro. Aún no había quitado el dedo de la penúltima luna.

Dos niñas lloriquearán sin saber que sus lágrimas de plata serán la semilla de un horror inimaginable. Quien intentó evitarlo, acabó asomada al agujero sin fondo.
Volvió a mirarla. ―¿Qué pasó esa noche?
―Ese día me encerraron. Y no participé de la redacción esa noche. ―Lo dijo bajando la cabeza―. Pero debieron hablar Greis, de Uroboro, e Issafiren, de Dar’Onel.
―Las niñas. ―Confirmó él, asintiendo aún sonriente.
―¿Os estáis divirtiendo con todo esto?
―Claro. ¿No te das cuenta de lo que significa?
―¿Qué?
―Que no podías evitarlo. Estaba todo escrito.
―Esto es una locura ―dijo Zimma.
Sinceramente lo creía. Tenía que haberse vuelto loca, o estar soñando todo aquello. Ella era quien había tratado de evitarlo, y había acabado presa. Habrían acabado con ella si Teófisa no la hubiera ayudado a escapar. Aquello era definitivamente una locura. Él leyó el último pasaje:

La envidia tomará forma tras el último relato. La que envidiaba a las que hablaban con ella las acabará enfrentando. Dos de ellas no dejarán jamás de perseguirla.
―Y aquí estás, aún persiguiéndola. ―Su sonrisa triunfal no podía ser mayor.
Zimma se maldijo. Aquello no tenía ningún sentido.
―Pero este no es un Lunariu. ¿Cómo es posible que funcionara?
―Es una copia idéntica del original, que está en la Torre del Recuerdo. ―Se rio de nuevo―. Me pregunto si ya saben que no lograron evitarlo.
―A mí no me enviaba nadie desde la Torre del Recuerdo. No sé si es verdad todo lo que me estáis diciendo, pero ellos no tuvieron nada que ver.
Ahora sí que se rio él. ―Claro que sí, Liepa. ¿Tú crees que estabas ahí por casualidad?
―No. Yo estaba ahí porque también sabía que iba a ocurrir. Lo busqué toda mi vida, siempre quise evitarlo.
Extracto de El Libro de las Bestias
(Capítulo 6: Duluth, la Ciudad Vórtice
Bueno, espero que me digáis qué os ha parecido. Hasta la próxima!